sábado, 1 de setembro de 2007

Cuestión de fe

Eu sei que disse que ia de férias, mas não resisto em deixar-vos aqui este excerto de um artigo que saiu recentemente no jornal El Pais.
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QUINO PETIT 09/08/2007

Del judaísmo a la Iglesia evangélica. Del cristianismo al islam. Del islam a la fe bahaí. Viajes espirituales que históricamente han provocado intransigencias y todavía hoy suscitan conflictos sociales. Ésta es la historia de personas que un día decidieron cambiar de credo.

A los argelinos Mohamed y Djamila Belhani su fe les pudo costar la vida. El supuesto pecado: secundar en una nación mayoritariamente musulmana los postulados de la religión bahaí, perseguida incluso hasta la muerte en algunos países árabes. Cuando se enteraron en el trabajo, varios compañeros de Mohamed llegaron a amenazarle con secuestrar a su hijo de tres años para alejarle de la tutela de un "infiel". El miedo convirtió al exilio en la única esperanza. Mientras su país se desangraba en una guerra civil que acabó sepultando a más de 150.000 víctimas, la familia encontró asilo en España en 1994. Pero para entonces hacía ya muchos años que su viaje espiritual había comenzado.

Originarios de Orán, la pareja se conoció en un colegio universitario de Argel. Él compartía habitación en el campus con un seguidor de la religión bahaí poco acostumbrado a exteriorizar sus creencias. Hasta que una tarde manifestó ante Mohamed una especie de revelación: "Existe otro profeta, posterior a Mahoma". Y le habló del persa Bahaulá, fundador de la fe bahaí en 1844 como creencia basada en un único Dios que se revela a través de todos los mensajeros divinos. Sin renegar de ninguno, desde Jesucristo hasta Buda. "Yo me crié bajo un islam más de tradición que de confesión, como pasa en España con el catolicismo. Pero desde pequeño me machacaron con aquello de que Mahoma era el último; mi dimensión del mundo se reducía a este salón", recuerda hoy Mohamed, a los 43 años, en su casa de Cambrils (Tarragona). "Ante la sociedad argelina podías mostrarte rebelde, opinar sobre lo que no te gustaba. Pero decir que había otro profeta después de él... ¡Eso no podías ni planteártelo! Era algo así como pasarte al enemigo".

El primer reflejo de Mohamed fue afanarse en desmontar los argumentos de su amigo. La mejor manera que se le ocurrió para lograrlo fue regresar a la casa de su familia, tras licenciarse en ingeniería, y encerrarse todo un verano a estudiar el Corán, la Biblia y varios escritos bahaís. "La religión en los países árabes es muy importante; en cuanto alguien te plantea una cuestión relacionada con ella, intentas resolverla", explica Djamila. A remolque de su novio, ella también se interesó por aquellas lecturas sagradas. Y juntos empezaron a encontrar similitudes entre las distintas religiones, a cuestionarse si era posible quedarse con lo mejor de cada una. A sospechar que no era tan descabellada la idea de aglutinarlas a todas en una sola. Finalmente dieron el paso. "El conocimiento en profundidad del Corán nos ayudó a abrazar la fe bahaí, a evolucionar hacia una religión más completa".

Pronto se lo comunicaron a sus familiares. Atónitos, recibieron de propina la noticia de un enlace inminente de la joven pareja bajo los ritos musulmán y bahaí. "A mi padre le di el disgusto de su vida", admite Mohamed. Dejó de rezar cinco veces al día, abandonó la mezquita y sustituyó el Ramadán por un ayuno durante los 19 días anteriores a cada 21 de marzo, fecha del año nuevo bahaí. Djamila tampoco encontró comprensión entre los suyos: "Mi madre me respetaba, pero mis hermanos me dieron de lado". Después de contraer matrimonio encontraron trabajo en la Empresa Estatal de Hidrocarburos y optaron por no airear en público sus inquietudes espirituales. Hasta que Mohamed decidió que estaba cansado de ocultarse en la oficina para ayunar fuera del Ramadán o justificar su ausencia durante los rezos en horario laboral.

En pleno ayuno previo al 21 de marzo, un compañero le invitó a bajar al comedor de la empresa. Mohamed le explicó la razón de su falta de apetito y su vida dio un giro radical.

"¿Por qué tuviste que contarlo?". Djamila todavía se lamenta. El rumor se extendió por la empresa. Entre las amistades y el vecindario. Muchos amigos fallaron. Algunos les señalaron por la calle. La guerra civil argelina se recrudecía a principios de los noventa, y el matrimonio, con dos hijos pequeños, se sintió presa del miedo. Mohamed logró un visado de turista para un mes en España y la familia llegó a Madrid con lo puesto. En el centro bahaí de la capital encontraron ayuda económica. Tras mucho insistir, Mohamed logró la concesión del asilo territorial con permiso de trabajo. Y volvió a empezar de cero, montando cuadros de luz; Djamila entró en depresión a los tres años: "Ésta ha sido la tragedia de mi vida. Abandonar mi casa, a mi gente. Ya sólo regresamos a Argelia una semana cada año durante el verano. Aunque echo de menos a mi familia, nunca podría volver a vivir allí. Sólo guardo recuerdos de pánico. De intolerancia".

Desde hace seis años, su casa está en Cambrils. Se sienten a gusto y practican en familia los ritos de su creencia. Mohamed ostenta hoy doble nacionalidad, española y argelina. Mantiene a los suyos montando centrales eléctricas. Pero ya no habla de su religión prácticamente con nadie ajeno a la fe bahaí. Prácticamente.

"La persecución a los bahaís es coetánea a su fundación y se prolonga hasta nuestros días, sobre todo en países como Irán. Las ejecuciones durante la revolución islámica estuvieron a la orden del día. Y todavía constituyen allí una minoría oprimida". Esta misma denuncia de Kasra Mottahedeh, secretario general de la Comunidad Bahaí de España, ha sido constatada por numerosos organismos internacionales que siguen clamando al cielo por que estas personas vean reconocidos sus derechos.

En España, la Comunidad Bahaí se engloba dentro de las llamadas confesiones minoritarias y representa alrededor de tres mil seguidores. Si bien no reúnen un número elevado de nuevos adeptos cada año, mantienen un número constante de advenedizos ajenos a los problemas que afrontaron Mohamed y Djamila. Como José Luis Marqués, de 62 años, quien no puso en peligro su vida, pero armó un buen revuelo en casa de sus padres poco después de ordenarse sacerdote. Tenía 24 años cuando encontró sentido a su existencia en la fe bahaí. "A través del estudio comprendí que esta religión explicaba mejor que ninguna otra por qué existe una pluralidad de creencias".

(...)

1 comentário:

Anónimo disse...

eu estava a estranhar não me responderes aos mails
pronto está bem, goza lá as férias :)