La iraní Pouran Mohebir lleva 30 años fuera de su país natal por profesar la religión bahaí
A los bahaíes de Irán la vida se les puso muy cuesta arriba cuando en 1979 triunfó la Revolución Islámica del ayatolá Jomeini. Y no es que antes tuvieran una gran aceptación, pero es que a partir de entonces vivir en ese país se les hizo muy complicado por profesar una religión distinta: se les prohibió trabajar, se les empezó a detener «por cualquier minucia» y hace poco también se les impidió estudiar.
Así que muchos de ellos, privados de la libertad que siempre habían disfrutado, empezaron a emigrar a otros países donde serían mejor tratados. Entre estos se encontraban Pouran Mohebir y su familia, que antes de recalar en Menorca encontraron acomodo en Pamplona, Burgos y Zaragoza. Lejos de sus paisanos, pero sin miedo a salir a la calle.
«Lo de Irán no es distinto a lo que se vive en cualquier otra dictadura», explica esta mujer, de 70 años de edad, que lleva más de tres décadas exiliada de su patria natal por motivos religiosos. «Los bahaíes creemos que todos los profetas vienen de un mismo dios y eso los fundamentalistas no lo aceptan».
De los 500.000 bahaíes que habitaban en Irán a finales de los años setenta, hoy solamente quedan «unos 300.000»: muchos no han podido soportar la presión a la que les sometían sus conciudadanos y han preferido iniciar una nueva vida en otro país. «La Revolución Islámica lo cambió todo, a peor», recuerda quien ha visto con sus propios ojos «como asesinaban y encarcelaban» a muchos bahaíes por el mero hecho «de ser bahaí».
Pero lo que más le duele a este colectivo es que se les haya privado del derecho a la educación, que sus miembros consideran «prioritario» porque de una buena formación depende su futuro. «Los bahaíes somos una élite en cuanto estudios», dice ésta. En tales condiciones, no sorprende que se estén dando clases clandestinas en Irán no exentas de riesgo porque cuando son descubiertas «encarcelan a los profesores y los mantienen presos en pésimas condiciones».
Mohebir se reencontró en la Isla con otros quince bahaíes que, como ella, han encontrado acomodo en la multicultural sociedad menorquina. «La gente de aquí es muy tolerante con los inmigrantes», comenta quien también organiza reuniones en la que personas de distintas religiones debaten aspectos relacionados con la espiritualidad del individuo. Eso mientras espera, cada vez con menos esperanza, regresar algún día a su querido Teherán.
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FONTE: UltimaHora (Espanha)
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